Una Bogotá peligrosa

La imagen de Bogotá en Gabriella es apocalíptica. Tal vez sólo sea la imagen que tiene Gabriella de su ciudad, tal vez sea el producto de su desesperación... o a lo mejor, tras tanta belleza, Bogotá esconde su lado oscuro, sus terribles historias.
Si esta es tu opción debes:
  • Navegar por los enlaces que se muestran en el enunciado
  • Contar alguna experiencia personal sobre el "lado oscuro" de Bogotá y consignarla con tu nombre de usuario como comentario en esta entrada entrada.

Enlace a exploarar:

https://edicionesdigitales.com.co/obras_jaimealejandro/gabriella_infinita/ruinas.htm



Comentarios

Mafe ha dicho que…
Estando en grado 9no, ir del colegio a la casa cuando los primeros minutos de la noche asechaban era una experiencia en la cual nunca podíamos estar tranquilos. La intersección vehicular que conectaba las avenidas principales entre el colegio y nuestras casas siempre fue un nido lleno de matones que de otros colegios venían a amedrentar a cualquiera que cruzara su intersección. Noche tras noche, llegar a casa sin ser víctima era un alivio, hasta que llegaba el día en que no se corría con tanta suerte. Con la misma angustia y estrés de cada noche, una vez más mi amigo y yo cruzábamos la maldita intersección. En el segundo más inesperado, cuando creíamos estar a salvo, seis infelices matones nos emboscaron. Uno en cada hombro, y otros dos a los extremos. Brazo izquierdo sobre el hombro y la mano derecha sostiene el puñal en mi estómago. Esa no era nuestra noche de suerte.

300 metros eternos caminando hacia el infierno, inundado de adrenalina, con un puñal sobre el estómago sin escapatoria visible. Despojados de cualquier pertenencia con algún valor, un grito desde lo lejos resonó. Por alguna razón, nuestra suerte del todo no estuvo ausente esa noche. Un vecino que nos conocía bien reconoció la situación. Era nuestra salvación. Maletas en el piso y los desventurados ladrones salieron corriendo sabiendo que ahora ellos eran potenciales víctimas. Era casi rutinario al llegar al colegio en la mañana escuchar las historias de otros compañeros víctimas. Sin llegar a ser fatales, la experiencia era aterradora y sin duda moldea la actitud desconfiada hacia los extraños. No se puede ser cálido cuando en la sique están experiencias tan devastadoras para la confianza y la tranquilidad.
Anónimo ha dicho que…
Recuerdo esa noche con escalofríos y decepción; era un día laboral como los otros, un día de congestión, multitudes, afán y ruidos, solo algo lo hizo diferente, una noticia que sin duda alguna marcaba el inicio de una afrenta entre los citadinos y las autoridades nacionales, nadie sabía si la noticia era cierta o si tal vez era producto de una estrategia política y económica para dañar el buen nombre de una familia que como las nuestras se había esforzado por conseguir un futuro mejor, o bueno, eso entró duda después de ese día.

Llegar a casa fue una odisea, desde la calle 63 con Av Caracas atravesar la ciudad para llegar a la localidad de Usme, tardó más de lo normal, pareciera que la caída del sol se llevó consigo los escrúpulos y decencia de muchas personas en la ciudad.

Al llegar al barrio había caos, el transporte estaba colapsado y la única opción para llegar a casa y estar a salvo era caminar, en el camino solo se escuchaban rumores, algunas versiones se contradecían pero todas tenían algo en común "vinieron y se los llevaron arrestados", todo era incierto, pero por fin llegué a casa y me resguardé, al cabo de unos minutos, sirenas de policía y el ruido de un helicóptero sobrevolando la zona llamaron mi atención, al parecer había descontrol, los supermercados de los cuales eran dueños la familia en juicio estaban siendo saqueados, al frente de mi casa, personas corriendo de un lado a otro tratando de acaparar lo que más pudiera entre sus brazos, chaquetas, carros de mercado y demás.

El caos no acabó sino hasta 3 días después... hoy en día seguimos preguntándonos sobre la veracidad de la noticia, además reflexionando sobre el poder que ejerce la comunicación masiva y voz a voz hasta el punto de desatar caos y provocar comportamientos inciertos en la multitud.
Angie Laitón ha dicho que…
Recuerdo esa noche con escalofríos y decepción; era un día laboral como los otros, un día de congestión, multitudes, afán y ruidos, solo algo lo hizo diferente, una noticia que sin duda alguna marcaba el inicio de una afrenta entre los citadinos y las autoridades nacionales, nadie sabía si la noticia era cierta o si tal vez era producto de una estrategia política y económica para dañar el buen nombre de una familia que como las nuestras se había esforzado por conseguir un futuro mejor, o bueno, eso entró duda después de ese día.

Llegar a casa fue una odisea, desde la calle 63 con Av Caracas atravesar la ciudad para llegar a la localidad de Usme, tardó más de lo normal, pareciera que la caída del sol se llevó consigo los escrúpulos y decencia de muchas personas en la ciudad.

Al llegar al barrio había caos, el transporte estaba colapsado y la única opción para llegar a casa y estar a salvo era caminar, en el camino solo se escuchaban rumores, algunas versiones se contradecían pero todas tenían algo en común "vinieron y se los llevaron arrestados", todo era incierto, pero por fin llegué a casa y me resguardé, al cabo de unos minutos, sirenas de policía y el ruido de un helicóptero sobrevolando la zona llamaron mi atención, al parecer había descontrol, los supermercados de los cuales eran dueños la familia en juicio estaban siendo saqueados, al frente de mi casa, personas corriendo de un lado a otro tratando de acaparar lo que más pudiera entre sus brazos, chaquetas, carros de mercado y demás.

El caos no acabó sino hasta 3 días después... hoy en día seguimos preguntándonos sobre la veracidad de la noticia, además reflexionando sobre el poder que ejerce la comunicación masiva y voz a voz hasta el punto de desatar caos y provocar comportamientos inciertos en la multitud.
Anónimo ha dicho que…
Aunque para muchos, hay sectores en Bogotá Que son tranquilos donde se respira cierto aire de quietud incluso de aburrimiento, detrás de toda la apariencia hay hechos inesperados y tristes.
En 2015 inicié la jornada a las 7 am en la sede 16 de Uninpahu. La sede se ubica frente al rio arzobispo en Teusaquillo. Como siempre era normal encontrar habitantes de la calle en los bordes del rio o en las aceras de las calles.

En aquella mañana de febrero del año 2015 todo parecía normal hasta que sonidos inusuales de motos y policía se hicieron cada vez más cercanos.
Al terminar la jornada cercana al medio día mis estudiantes interrumpieron el fin de la sesión al ver por la ventana el despliegue de gente y policías que rodearon el río frente a la sede.
Cuando salimos varios de mis estudiantes se acercaron para contarme los eventos que más tarde saldrían en noticias por televisión y prensa.
Lo que vi en principio fue unas bolsas negras, habían rodeado la zona con cordeles amarillos para que no fuera atravesada por curiosos. Sin embargo los habitantes de la calle eran los que estaban allí. Al parecer uno de ellos fue quien dio el aviso a la policía.
Atisbando entre las bolsas, algunos jóvenes traspasaron el perímetro impuesto y alcanzaron a llegar al envoltorio dejado entre el agua y el cemento.
La situación me pareció demasiado terrible así que me mantuve distante.

En la noche la misma sede y las calles sobre el rio estaban como siempre.
La señora “carmelita”, la que vende los tintos y aromáticas, fue quien nos informó a un grupo de docentes que habitualmente tomamos un break para poder continuar hasta las diez.
En la mañana ya me habían dicho que era una mujer joven la que estaba en las bolsas, muerta. En la noche Carmelita confirmo que era estudiante de la corporación Indoamericana.
Semanas después familiares amigos se reunieron en el puente sobre el río donde fue hallado el cadáver de Milena Torres y dejaron flores y velas encendidas.

Con el tiempo los mensajes, las flores y los restos de velas se fueron borrando, pero al día de hoy cuando paso por la zona solo puedo recordar que allí terminó la vida de una niña que tenía sueños y aspiraciones como los jóvenes con los que comparto día a día.

Judith Molina ha dicho que…
Viernes 15 de noviembre de 2019, 7:00 pm, Avenida Boyacá a la altura de Meissen. Luego de laborar en un colegio del Barrio Yomasa, en la localidad de Usme, y sobrecogida por el intenso frío del sur oriente, presente en masa y perdida en las destellantes ondas sonoras alucinantes de una música que solo a ella le sobresalta el alma a través de sus audífonos, mira pasar uno, otro, otro y otro paisaje hasta acercarse, de paso, por lo que sería la localidad de Ciudad Bolívar. Atrás en la última silla y contra la ventana a su izquierda, hace su recorrido habitual de Usme a Fontibón, sintiendo la temperatura abrigada de quien junto a su lado se sienta y a quien ya se le hizo el escaneo de rigor para evitar posibles molestias o peligros. No oye nada más que esa música suave de los auriculares y que lentamente desarma la vigilia y la somete a la inmovilidad.
Nada puede perturbar esa comunión con Morfeo, salvo los gritos angustiantes que de repente de oyen de quienes presencian, en la parte delantera de la buseta, la escena angustiante de dos ladrones que abruptamente irrumpen al vehículo, con rostros enajenados y sin el menor atisbo de pudor, para arrebatar como aves de rapiña, los celulares de quienes inadvertidos hacían tertulia a través de sus aparatos móviles en las sillas delanteras. Los de atrás quedaron perplejos, mientras la que venía con audífonos, apenas comprende lo que acontece en ese preciso instante. Le toma unos minutos entrar en el plano de los vivos y reintegrarse a la escena. La angustia vivida desemboca en una charla nerviosa y entrecortada entre desconocidos que, de silla a silla, se quejan de la inseguridad que asecha sigilosamente en cada rincón de Bogotá.
Ya despierta y sin audífonos, pide la parada en la esquina del parque central de Fontibón, a pocos pasos entra a su casa. Sentir el calor de hogar, el abrazo de quienes le esperan, unos ladridos de amor, el aroma del hogar, son el mejor aliciente para calmar la fatiga de la rutina y concluir una vez más un día caótico como los que se viven comúnmente en la capital.
Anónimo ha dicho que…
Tengo 10 años y vivo en la zona alta de la localidad de Usme. Hace pocos meses mi familia y yo vivimos en alguna esquina del barrio el Virrey, sin baldosas, sin vía pavimentada, con mucho viento, pero muy felices porque –pese a lo escasez- es una fortuna decretar un terreno humilde como propio.
Este último mes las mañanas han cambiado un tanto, en vez de hacer tareas debo alistar ollas y baldes para correr cuando los vecinos griten -¡Llegó el carrotanque!-. Desde hace un mes lo único que recorre las tuberías del barrio es el aire, desde que el agua se fue los vecinos están muy impacientes y en la fila de cada mañana la gente pelea por llenar las canecas hasta rebozar.
No es mucho lo que puedo hacer, soy muy chica y la fuerza no me alcanza para cargar tanto peso. Mientras camino torpemente con un balde en cada mano, desperdicio la mitad del agua que logré recoger. ¿Por qué nadie me ayuda? Mis padres están trabajando y mi hermano mayor estudiando, soy la única que está en casa cuando el carrotanque llega.
A eso de las once de la mañana camino hacia la avenida Caracas, voy a tomar el bus que me lleve hasta la localidad de Kennedy, donde estudio. Cuando llego a mi colegio la profe de matemáticas habla de las noticias, - Esa pobre gente de Usme no tiene agua, me parece el colmo que en el colegio haya estudiantes que la desperdicien dejando la llave abierta-. Es cierto, ellos no saben lo que es durar un mes sin agua y tener que escoger entre lavarse las manos o guardarla para cocinar.
La tarde pasa y a las 6:30 pm estoy lista en la avenida 68 para tomar el bus de regreso a casa. Casi todas las noches mi amiga Paola y yo tomamos el mismo bus, vivimos cerca y además de hablar todo el camino nos cuidamos la una a la otra. Ese día, especialmente ese día, tuvimos muchas razones para cuidarnos y para salvarnos.
Cuando el bus había pasado por la cárcel La Picota paró repentinamente. –No puedo seguir, la vía está tapada y la gente está agarrándose con la policía- dijo el conductor. No tuvimos más remedio que bajarnos en compañía de todos los pasajeros y empezar a caminar, era tarde y nos preocupaba que sin transporte nuestras casas estaban cada vez más lejos.
Al llegar al barrio la Aurora el grupo de pasajeros seguía unido, sin embargo, una vez allí las personas empezaron a tomar caminos distintos porque el conflicto entre habitantes cansados de estar sin agua y el ESMAD estaba empeorando. Nadie, absolutamente nadie podía atravesar la avenida Caracas porque podría ser derribado por cualquier piedra, palo o botella.
Empezamos a caminar entre calles, llegamos al barrio Santa Librada y mientras tanto, reíamos porque tuvimos que correr un poco para escapar de las piedras y los bolillazos, empezamos a sentir ardor en los ojos. -¡Corraaaaaan! ¡Corraaaaan!- Las personas empezaron a gritar, a correr con desesperación, eran gases lacrimógenos.
Mientras el gas nos incendiaba los ojos y la garganta, olvidamos la falda que traíamos y trepamos por un barranco que se encontraba al final de la calle. Paola era más ágil y trepaba con facilidad, en cambio a mí las piernas no me daban tanto.
En medio de mi frustración por mi escalada fallida y el ardor que nos impedía respirar, empezamos a escuchar ¡pum! ¡pum! ¡pum!
-¡Son balaaaaas! ¡Son balaaaas!- Gritaba la gente.
El miedo me hizo trepar y luego Paola me empujó tras un muro. Sólo tenía diez años y llegué a mi casa a las diez de la noche. Sólo tenía diez años y empezaba a entender que, tal vez yo vivía en ese inmenso lado oscuro llamado Sur de Bogotá, ese lado que nadie quiere ver, al que muchos temen ir y al que otros quieren pisotear.
Marisol Rodríguez ha dicho que…
Tengo 10 años y vivo en la zona alta de la localidad de Usme. Hace pocos meses mi familia y yo vivimos en alguna esquina del barrio el Virrey, sin baldosas, sin vía pavimentada, con mucho viento, pero muy felices porque –pese a lo escasez- es una fortuna decretar un terreno humilde como propio.
Este último mes las mañanas han cambiado un tanto, en vez de hacer tareas debo alistar ollas y baldes para correr cuando los vecinos griten -¡Llegó el carrotanque!-. Desde hace un mes lo único que recorre las tuberías del barrio es el aire, desde que el agua se fue los vecinos están muy impacientes y en la fila de cada mañana la gente pelea por llenar las canecas hasta rebozar.
No es mucho lo que puedo hacer, soy muy chica y la fuerza no me alcanza para cargar tanto peso. Mientras camino torpemente con un balde en cada mano, desperdicio la mitad del agua que logré recoger. ¿Por qué nadie me ayuda? Mis padres están trabajando y mi hermano mayor estudiando, soy la única que está en casa cuando el carrotanque llega.
A eso de las once de la mañana camino hacia la avenida Caracas, voy a tomar el bus que me lleve hasta la localidad de Kennedy, donde estudio. Cuando llego a mi colegio la profe de matemáticas habla de las noticias, - Esa pobre gente de Usme no tiene agua, me parece el colmo que en el colegio haya estudiantes que la desperdicien dejando la llave abierta-. Es cierto, ellos no saben lo que es durar un mes sin agua y tener que escoger entre lavarse las manos o guardarla para cocinar.
La tarde pasa y a las 6:30 pm estoy lista en la avenida 68 para tomar el bus de regreso a casa. Casi todas las noches mi amiga Paola y yo tomamos el mismo bus, vivimos cerca y además de hablar todo el camino nos cuidamos la una a la otra. Ese día, especialmente ese día, tuvimos muchas razones para cuidarnos y para salvarnos.
Cuando el bus había pasado por la cárcel La Picota paró repentinamente. –No puedo seguir, la vía está tapada y la gente está agarrándose con la policía- dijo el conductor. No tuvimos más remedio que bajarnos en compañía de todos los pasajeros y empezar a caminar, era tarde y nos preocupaba que sin transporte nuestras casas estaban cada vez más lejos.
Al llegar al barrio la Aurora el grupo de pasajeros seguía unido, sin embargo, una vez allí las personas empezaron a tomar caminos distintos porque el conflicto entre habitantes cansados de estar sin agua y el ESMAD estaba empeorando. Nadie, absolutamente nadie podía atravesar la avenida Caracas porque podría ser derribado por cualquier piedra, palo o botella.
Empezamos a caminar entre calles, llegamos al barrio Santa Librada y mientras tanto, reíamos porque tuvimos que correr un poco para escapar de las piedras y los bolillazos, empezamos a sentir ardor en los ojos. -¡Corraaaaaan! ¡Corraaaaan!- Las personas empezaron a gritar, a correr con desesperación, eran gases lacrimógenos.
Mientras el gas nos incendiaba los ojos y la garganta, olvidamos la falda que traíamos y trepamos por un barranco que se encontraba al final de la calle. Paola era más ágil y trepaba con facilidad, en cambio a mí las piernas no me daban tanto.
En medio de mi frustración por mi escalada fallida y el ardor que nos impedía respirar, empezamos a escuchar ¡pum! ¡pum! ¡pum!
-¡Son balaaaaas! ¡Son balaaaas!- Gritaba la gente.
El miedo me hizo trepar y luego Paola me empujó tras un muro. Sólo tenía diez años y llegué a mi casa a las diez de la noche. Sólo tenía diez años y empezaba a entender que, tal vez yo vivía en ese inmenso lado oscuro llamado Sur de Bogotá, ese lado que nadie quiere ver, al que muchos temen ir y al que otros quieren pisotear.
Felipe Raigoso ha dicho que…
No deseaba volver, la mera idea de encontrarme en su presencia me asfixiaba; pero debía ir. A la mañana siguiente tomé el primer bus y me dirigí hacia allí, y como si fuese un giro cínico de los acontecimientos, no hubo retraso alguno; era la primera vez que, en mi corta experiencia, no presenciaba dilación alguna.

-Si el hado existiese, esto sería una perversa confabulación- murmuré.

Nunca he creído en supersticiones, para mí el destino no es más que la conspiración de mentes en busca justificaciones; como dice el buen Morty:

-¡Nadie existe a propósito, nadie pertenece a ningún lugar, todos vamos a morir!-.

Sin mayor demora llegué, busqué mi lugar y tomé asiento, y cuando menos lo pensaba ya había terminado aquella tarea que creí me consumiría por el resto del día.

-Tal vez debo ser un poco más optimista- pensé de manera ingenua.

Tomé un bus de regreso, me senté y reproduje algunas de mis canciones favoritas. Me sentía extrañamente cómodo, como cuando tienes que hacer algo que no quieres hacer, lo haces y resulta no ser tan malo; te quedas pensando y adviertes que, a pesar de tu cinismo y orgullo, debes aceptar que algunas veces no tienes la razón. Al finalizar el recorrido me bajé del bus y caminé hacia mi casa solo un par de cuadras lejos de la avenida principal. A solo unos pocos metros de llegar (tal vez unos 3) me abordó un joven en una cicla con intenciones claramente sospechosas y con una voz amenazante me dice:

-Pase el bicho-.

Sé que en este punto estás pensando que elaboraré toda una oda teatral para describir el momento, pero no; simplemente, y sin palabra alguna, metí mi mano al bolsillo y le pase mi celular. Una vez en casa me senté y pensé:

-Tal vez sí era un mal día después de todo-.

Quizá la vida nos envía señales, quizá nosotros las interpretamos como tal, lo importante en este relato es creer en tu propia verdad, en aquella que, como a otro buen caballero (Soren Kierkegaard), nos permita hallar una idea por la cual podamos vivir o morir.
Yuri Delgado ha dicho que…
La capital de Colombia, constituida por 7 millones de habitantes aproximadamente, es una ciudad llena de riqueza, lugar a donde los habitantes de espacios rurales quieren llegar al cumplir su mayoría de edad, porque tienen más oportunidades de progresar, según su pensamiento. Aunque, muchos de ellos al llegar a Bogotá se ven enfrentados a múltiples problemáticas y no saben si la decisión que tomaron fue la oportuna. No obstante, vale la pena confiar en una ciudad tan grande que puede representar una verdadera y positiva identidad en todos los aspectos culturales y sociales.
Bogotá es la capital y la ciudad más grande de Colombia, es un punto de encuentro y convergencia que recibe a miles de turistas extranjeros, así como gente de los demás departamentos. Es una ciudad en crecimiento que presenta muchas adversidades, tal vez por su nivel poblacional y la alta corrupción que ha presentado durante años. Los líderes y el nivel de población son contribuciones de cada rincón del país porque traen arraigadas distintas culturas y pensamientos enlazados a sus experiencias. Éstas se convierten en bases para construir sociedad e identidad.
Como consecuencia, los habitantes de Bogotá crean una identidad de amor y cultura propia, pese a los problemas que ésta presenta como el nivel de violencia, la migración interna, los niveles de educación y la pobreza.

La representación de Bogotá en Gabriela Infinita, es una ciudad que a pesar de tener tantas riquezas está invadida por la miseria humana. Un deseo sería que se pudiera caminar por sus calles sin pensar en los peligros que se corren al transitarla, sobre todo, en especial por algunos sectores. La hipermedia trajo a mi memoria, aquél día, 5:30 am, aún estaba oscuro, iba para el trabajo y faltando una casa para llegar al lugar de trabajo, dos hombres en bicicleta aparecieron, uno de ellos sacó un revólver y se acercó, el miedo se apoderó de mi y grité con fuerza el nombre del vigilante, aunque sabía que él no aparecería porque a esa hora se encontraba en la otra puerta. Dos mujeres abrieron la puerta de una casa, los tipos se asustaron tomaron sus bicicletas y se fueron. Por fortuna y gracias a Dios nada me sucedió, la mujeres me invitaron a su casa y me dieron agua mientras me tranquilicé y fui a mi lugar de trabajo. Hoy, pienso en lo miserables que son esas personas que hacen de Bogotá algo malo y desdichado, pero también pienso en lo valiosas que son aquéllas que son bondadosas y solidarias. Siempre de Bogotá habrá algo bonito que rescatar, por ejemplo, su pluriculturalidad.
Anónimo ha dicho que…
Vivo en el Municipio de Funza y de Bogotá recuerdo una noche sobre las 10:30, íbamos con mi esposo, salíamos de una reunión nos bajamos de un taxi a coger un intermunicipal sobre la calle trece con Boyacá, después de haberlo cogido se subieron tres tipos. Uno de ellos se fue hacia la parte de atrás del colectivo otro se quedó en la mitad y el otro se hizo en la puerta del colectivo que estaba con el cupo de pasajeros sentados lleno.

Estos tipos sacaron armas y empezaron a exigirnos que les diéramos las joyas, celulares y dinero que teníamos, a quienes se les resistían empezaron amenazarlos, todos los pasajeros empezamos a entregarles nuestras pertenencias, quienes no entregaban algo los paraban de sus puestos, les esculcaban sus bolsos y bolsillos.
Esta fue una de las experiencias más horribles que he tenido que vivir en la ciudad de Bogotá, me sentí desprotegida e indefensa, sentí que no había protección ni seguridad policiaca, tuvo que pasar mucho tiempo para poder recuperarme, cada que me subía al transporte público lo hacía prevenida y con temor, no podía dejar que nadie se me acercara.
Anónimo ha dicho que…
Vivo en el Municipio de Funza y de Bogotá recuerdo una noche sobre las 10:30, íbamos con mi esposo, salíamos de una reunión nos bajamos de un taxi a coger un intermunicipal sobre la calle trece con Boyacá, después de haberlo cogido se subieron tres tipos. Uno de ellos se fue hacia la parte de atrás del colectivo otro se quedó en la mitad y el otro se hizo en la puerta del colectivo que estaba con el cupo de pasajeros sentados lleno.

Estos tipos sacaron armas y empezaron a exigirnos que les diéramos las joyas, celulares y dinero que teníamos, a quienes se les resistían empezaron amenazarlos, todos los pasajeros empezamos a entregarles nuestras pertenencias, quienes no entregaban algo los paraban de sus puestos, les esculcaban sus bolsos y bolsillos.
Esta fue una de las experiencias más horribles que he tenido que vivir en la ciudad de Bogotá, me sentí desprotegida e indefensa, sentí que no había protección ni seguridad policiaca, tuvo que pasar mucho tiempo para poder recuperarme, cada que me subía al transporte público lo hacía prevenida y con temor, no podía dejar que nadie se me acercara.
Anónimo ha dicho que…
Vivo en el Municipio de Funza y de Bogotá recuerdo una noche sobre las 10:30, íbamos con mi esposo, salíamos de una reunión nos bajamos de un taxi a coger un intermunicipal sobre la calle trece con Boyacá, después de haberlo cogido se subieron tres tipos. Uno de ellos se fue hacia la parte de atrás del colectivo otro se quedó en la mitad y el otro se hizo en la puerta del colectivo que estaba con el cupo de pasajeros sentados lleno.

Estos tipos sacaron armas y empezaron a exigirnos que les diéramos las joyas, celulares y dinero que teníamos, a quienes se les resistían empezaron amenazarlos, todos los pasajeros empezamos a entregarles nuestras pertenencias, quienes no entregaban algo los paraban de sus puestos, les esculcaban sus bolsos y bolsillos.
Esta fue una de las experiencias más horribles que he tenido que vivir en la ciudad de Bogotá, me sentí desprotegida e indefensa, sentí que no había protección ni seguridad policiaca, tuvo que pasar mucho tiempo para poder recuperarme, cada que me subía al transporte público lo hacía prevenida y con temor, no podía dejar que nadie se me acercara.
Anónimo ha dicho que…
Bogotá, alguna noche oscura de 2001, llegaba tarde a casa después de un día laboral arduo y de asistir a mis clases del técnico en análisis y diseño de sistemas, el instituto quedaba ubicado sobre la calle 10 con 11 (un mal sitio por supuesto), clases de 6 pm a 10 pm (un mal horario para la zona), pero nada que hacer... era necesario estudiar.

En el año y medio que estuve en la zona por mis estudios, vi toda clase de robos, movimiento de policías, habitantes de calle, personas afanadas, asustadas, mirando para todos los lados, sigilosas, cuidando sus pertenencias, yo por supuesto, no era la excepción, tenía apenas 18 años y mi integridad era primero.

Al salir, dos opciones para tomar transporte: caminar hacia la calle 19 y allí tomar un colectivo que me dejaba a 1 cuadra de mi casa, o esperar sobre la décima un bus que me dejaba a 10 cuadras de casa, la decisión era difícil, pero básicamente radicaba en: exponerme en el centro o en el barrio (Bosa Laureles). Finalmente mi decisión diaria era: salgo y voy caminando hacia la 19, si en ese trayecto pasa el bus lo tomo, si no, espero sobe la calle 19 el colectivo.

Una de las tantas noches en donde pasó primero la buseta sobre la décima, llegué al barrio a eso de las 11 pm aproximadamente, como ya era costumbre cuando tomaba el bus, me bajé en la esquina del jardín infantil "el carrusel de la alegría" y empecé mi caminata de 10 cuadras hacia mi hogar, con paso acelerado, un poco de susto y angustia, vi caminar hacia mi un hombre alto, delgado, de no muy buen aspecto, yo agarré con fuerza mi morral y aceleré el paso tratando de cruzar la calle solitaria y oscura y alejarme de aquel hombre.

Mis esfuerzos fueron en vano, en breve estaba frente a mi y ha llevado su mano a lo más íntimo de mi cuerpo, el sentirme ultrajada por aquel hombre mi reacción fuera empuñar mi mano y disparar el puñetazo hacia su abdomen, quien al ver mi reacción me miró con sus ojos atónitos y sorprendidos, pues no esperaba que de repente el coraje y la fuerza invadieran mi cuerpo y orando entre la euforia, solo salían golpes hacia aquel hombre que de pronto comenzó a correr.

No podía creer que se sintiera "amenazado" por mi, una pequeña indefensa de metro y medio, quien al sentirse ultrajada en su ser, reaccionó y fue invadida por la adrenalina.

Pronto el papel cambió y yo comencé a corretear a aquel hombre quien en la marcha volteaba su mirada y me veía despavorido...¿que esperaba hacer? ¿cuáles eran mis intenciones? no lo sé, no sé que iba a hacer después de que lograra agarrar a aquel hombre... pronto mi mente tuvo un momento de lucidez y reflexión sobre la escena que estaba ocurriendo, paré de pronto en la calle y dejé que aquel hombre siguiera su rumbo despavorido y se perdiera en la noche.

Tuve mil sensaciones, pero la primera fue de risa, no podía creer que yo hubiera asustado a ese malandro que hacía unos pocos minutos había mandado su mano a mi cuerpo, intentando tocarme y dañar mi integridad.

Luego la adrenalina se fue y me invadió el miedo, mi cuerpo, mis manos, mis piernas comenzaron a temblar de miedo y en seguida vino el llanto.

Caminé rápidamente para llegar a casa, sentirme en un lugar seguro de esta Bogotá peligrosa, respirar, reflexionar y finalmente descansar después de un largo y nada común día...
Martha Sánchez ha dicho que…
Bogotá, alguna noche oscura de 2001, llegaba tarde a casa después de un día laboral arduo y de asistir a mis clases del técnico en análisis y diseño de sistemas, el instituto quedaba ubicado sobre la calle 10 con 11 (un mal sitio por supuesto), clases de 6 pm a 10 pm (un mal horario para la zona), pero nada que hacer... era necesario estudiar.

En el año y medio que estuve en la zona por mis estudios, vi toda clase de robos, movimiento de policías, habitantes de calle, personas afanadas, asustadas, mirando para todos los lados, sigilosas, cuidando sus pertenencias, yo por supuesto, no era la excepción, tenía apenas 18 años y mi integridad era primero.

Al salir, dos opciones para tomar transporte: caminar hacia la calle 19 y allí tomar un colectivo que me dejaba a 1 cuadra de mi casa, o esperar sobre la décima un bus que me dejaba a 10 cuadras de casa, la decisión era difícil, pero básicamente radicaba en: exponerme en el centro o en el barrio (Bosa Laureles). Finalmente mi decisión diaria era: salgo y voy caminando hacia la 19, si en ese trayecto pasa el bus lo tomo, si no, espero sobe la calle 19 el colectivo.

Una de las tantas noches en donde pasó primero la buseta sobre la décima, llegué al barrio a eso de las 11 pm aproximadamente, como ya era costumbre cuando tomaba el bus, me bajé en la esquina del jardín infantil "el carrusel de la alegría" y empecé mi caminata de 10 cuadras hacia mi hogar, con paso acelerado, un poco de susto y angustia, vi caminar hacia mi un hombre alto, delgado, de no muy buen aspecto, yo agarré con fuerza mi morral y aceleré el paso tratando de cruzar la calle solitaria y oscura y alejarme de aquel hombre.

Mis esfuerzos fueron en vano, en breve estaba frente a mi y ha llevado su mano a lo más íntimo de mi cuerpo, el sentirme ultrajada por aquel hombre mi reacción fuera empuñar mi mano y disparar el puñetazo hacia su abdomen, quien al ver mi reacción me miró con sus ojos atónitos y sorprendidos, pues no esperaba que de repente el coraje y la fuerza invadieran mi cuerpo y orando entre la euforia, solo salían golpes hacia aquel hombre que de pronto comenzó a correr.

No podía creer que se sintiera "amenazado" por mi, una pequeña indefensa de metro y medio, quien al sentirse ultrajada en su ser, reaccionó y fue invadida por la adrenalina.

Pronto el papel cambió y yo comencé a corretear a aquel hombre quien en la marcha volteaba su mirada y me veía despavorido...¿que esperaba hacer? ¿cuáles eran mis intenciones? no lo sé, no sé que iba a hacer después de que lograra agarrar a aquel hombre... pronto mi mente tuvo un momento de lucidez y reflexión sobre la escena que estaba ocurriendo, paré de pronto en la calle y dejé que aquel hombre siguiera su rumbo despavorido y se perdiera en la noche.

Tuve mil sensaciones, pero la primera fue de risa, no podía creer que yo hubiera asustado a ese malandro que hacía unos pocos minutos había mandado su mano a mi cuerpo, intentando tocarme y dañar mi integridad.

Luego la adrenalina se fue y me invadió el miedo, mi cuerpo, mis manos, mis piernas comenzaron a temblar de miedo y en seguida vino el llanto.

Caminé rápidamente para llegar a casa, sentirme en un lugar seguro de esta Bogotá peligrosa, respirar, reflexionar y finalmente descansar después de un largo y nada común día...
Laura Perez ha dicho que…
Laura Maria Pérez Vega

Comenzaba mi vida laboral como profesional y me encontré con la posibilidad de trabajar para la secretaria de integración social, estaba contenta de trabajar con esta entidad y poder desarrollarme en mi profesión sin tener experiencia y recién egresada de la universidad, sin embargo, el contrato me salió para la localidad de bosa, con lo cual me sentí abrumada, no conocía la localidad y desde siempre había escuchado serias problemáticas de seguridad en ella, así que era todo un desafío. Decidí aceptar el reto y comenzar a trabajar, mi trabajo consistirá en visitar a familias vulnerables del sector inscritos en un programa de la entidad para niños y niñas de 0 a 3 años de edad.
En esos casi dos años de trabajo en la localidad, pude leer una Bogotá muy distinta a la que conocía, una Bogotá marginal, llena de necesidades, desigualdades, miedos, traumas, hambre, y dolor.
Recuerdo específicamente una mañana del mes de septiembre. Salía a trabajar para iniciar el recorrido por las casas de las familias participantes, tratando aun de ubicarme en los barrios, observando con detenimiento los locales, las personas transeúntes, las calles, el transporte, el piso y por supuesto las direcciones. Andaba con temor, como es natural ante un lugar que no se conoce, después de un recorrido llegue a la primera casa. Me atendió una señora muy amable y que de inmediato me invito a seguir. Allí observé la casa, los cuadros, la mesa, un tv, el sofá y en una mesita un álbum viejo, la casa era humilde pero muy limpia, la niña (Luciana) salió a saludarme inmediatamente a lo que le respondí el saludo y comenzamos nuestro encuentro con casi una hora de acompañamiento, conociendo las dinámicas familiares, a la niña y su proceso de desarrollo, y lógico también hablando del barrio para asegurarme donde podía andar con tranquilidad y donde no. La señora Bertilda me menciono algunas calles por las cuales era mejor no pasar y como llegar hasta el autobús para la devuelta y también me menciono que las personas de lo ajeno respetaban mucho a las profesoras cuando venían a visitar a los niños, ya que gracias a nosotras se les beneficiaba con un mercado mensual para la alimentación familiar y que esto era de gran ayuda para las familias e incluso a veces su única fuente de alimentación. Agradecí la información y pensé, bueno no está mal, la casa estaba limpia, organizada, la niña se veía bien cuidada y hasta el momento no me habían asechado.
Laura Perez ha dicho que…
...Luego de esta visita, continué con mi recorrido y les puedo contar que me sorprendí con lo que me encontré, en la tercera casa, por ejemplo, la puerta estaba hecha de latas y se veía en muy mal estado. Como era bien sabido las profesoras debían ingresar a las viviendas para verificar como se encontraban las familias y realizar las actividades de desarrollo para los niños. Solo logro asociar el olor de la casa a lo que mi madre llamaba olor a mortecino, un olor nauseabundo y muy fuerte invadía toda la casa y realmente debía esforzarme para estar allí casi 40 minutos. Había mucha basura regada por toda la casa, la señora Eugenia me explico que era recicladores y que debido a eso tenían su casa al servicio de su trabajo, también me manifestó lo mal que se sentían de vivir en esas condiciones y que al tener 9 hijos debían hacer lo que fuera para mantenerlos y subsistir.
Pero más allá de las malas condiciones de salubridad lo que realmente me marco fueron las historias que ella abiertamente me contaba, tal vez por desahogarse, o tal vez porque le generé confianza, historias de abusos, marginalidad, , golpes, hambre mucha hambre, una infancia de torturas y mucha tristeza.
La señora Eugenia y sus relatos eran solo el comienzo de todo lo que pude encontrarme, pasadas unas semanas las visitas terminan siendo más para las madres de los pequeños que para ellos mismos, una vez que me tenían confianza, pude ser su confidente, yo escuchaba atentamente sus historias y traté de ser esa voz de aliento para que continuaran y salieran adelante por sus hijos e hijas. En mi cabeza pensaba como detrás de una fachada de una casa, en esta ciudad tan inequitativa, se escondían relatos aterradores que me hacían estremecer y con los cuales tendría que vivir por el resto de mi vida.
El bono no les podía faltar, muchas de las madres no tenían ingresos ya que por cuidar a sus pequeños no trabajaban y muchas también lo hacían para evitar exponer a sus hijos a abusos o golpes, incluso de sus propios padres, no querían que ellos vivieran lo mismo que les tocó vivir a ellas, así que se veían envueltas en un circulo de dependencia económica y por ello en algunos casos aguantaban que las ultrajarán.

Finalmente, un día la señora Bertilda, se animo a mostrarme el álbum viejo de encima de la mesa, eran fotos de una hija que ella había tenido cuando había sido abusada por su padre. Luego de que el padre se enterará de su gravidez la entrego a un convento de monjas y la abandonó, su madre lo permitió (ella me dijo que la madre nunca desautorizaba al padre e incluso sabia de sus constantes abusos) y allí las monjitas le dejaron hospedarse, pero con una “pequeña” condición, a cambio de la estadía y la alimentación ella debía entregar a su hija apenas naciera, sin ni siquiera verla. Ella en vista de que estaba sola acepto y a pesar de que trato de hacer todo lo posible por no cumplirla, se llegó el día y su hija le fue arrebatada. Muchos años después la hija que vivía en Europa la busco y se reencontraron y por ello tenia esas fotos y me las mostraba con tanto entusiasmo.
Parecidas conocí muchas historias que me cuesta recordar y logré ver la Bogotá de la desesperanza. Lo de menos terminó siendo la inseguridad de las calles de Bosa porque, efectivamente, o por lo menos en mi caso, los amigos de lo ajeno nunca se me acercaron.
Manuel Fernando Páez ha dicho que…
Manuel Fernando Páez

La noche de la expiación
Los ánimos estaban alterados, el pueblo ya estaba cansado de tanta miseria, abandono de parte del estado, necesidades y hambre. Ese día había manifestaciones en casi totas partes de Bogotá, en su mayoría no pacificas.
En la alocución del presidente decreta toque de queda, la gente esta enfurecida y muy angustiada por lo que pueda pasar esa noche. Yo me encontraba fuera de Bogotá ese día, hacia las 7 pm estaba intentando entrar a Bogotá, la cuidad estaba colapsada definitivamente, casi una hora después aun no lograba ingresar y empezaban a correr rumores de que la persona que fuera encontrada en la calle seria detenida, declarada objetivo militar y como estaban las cosas, posiblemente desaparecida. Sentí miedo, mucho miedo de que algo así me pudiera ocurrir. En casa me esperaban angustiadas mi esposa y mi hija, así que decidí bajarme y caminar lo más rápido que pude y sobre las 9:10 pm llegué a casa.
Mi esposa me reprocho, pero se alegró de verme y que ya estuviera en casa. Las noticas en ese momento solo hablaban de los vándalos, desmanes, daños y del toque de queda, así mismo empezaron noticias de que extranjeros se estaban metiendo a las casas y los locales comerciales a robar e incluso matar. Sin embargo, nos tranquilizó estar hacia el noroccidente de la ciudad y según la información esto estaba ocurriendo hacia el sur. Apagamos la televisión, oramos para que todo pasará y no hubiera más muertos y nos preparábamos para dormir.
De repente escuchamos gritos y gente corriendo, nos asomamos a la ventana, alguien decía: -llegaron, llegaron, se nos van a meter esos venezolanos- unos vecinos subieron rápidamente al apartamento en un segundo piso y luego los vimos bajar con tablas, martillos, bates y hasta cuchillos. Un miedo casi instantáneo recorrió todo mi cuerpo, en ese momento no sabia si trabar la puerta o salir a luchar para defender el barrio. Mi esposa también estaba aterrorizada, realmente vi el temor en sus ojos, pero me dijo: Uno de los dos va a tener que salir y el otro defender el apartamentico y a la niña. Como era casi obvio, yo debía salir así que me arme de un martillo que saque de la herramienta y de mucho valor y salí, mi esposa luego de mi salida tranco la puerta con un mueble grande y me dijo que estaríamos todo el tiempo en comunicación...
Manuel Fernando Páez ha dicho que…
... En la calle los vecinos ya estaban listos y armados en cada una de las porterías y hasta se habían organizado para defender desde todos los frentes el conjunto, poco antes habían sonado la alarma del conjunto, así que los celadores nos indicaron que la harían sonar cada vez que vieran algo extraño. Les puedo asegurar que me sentí como la película de la noche de expiación, en donde esa noche los extranjeros podrían realizar lo que quisieran sin ley ni orden. Yo me organice en el frente oriente con mi martillo y mi valentía, pasaba el tiempo, todo el mundo hablaba de lo bien organizados y alertas que debíamos estar para defender lo nuestro, en poco nos convertimos en un grupo de autodefensa del barrio.
Algunos arriesgados pasaban por las calles, parecieran que esperarán a ser detenidos, los policías y militares pasaban cerca al conjunto y las personas los aplaudían como si fueran héroes de patria realmente, yo por mi lado me mostraba muy reacio a creerlo, sin embargo, al inicio si lo alcance a pensar. Honestamente alcance a pensar que sería mejor no protestar por nada, que deberíamos acatar las ordenes del presidente, dejar todo tal cual como estaba y tratar de vivir tranquilos con lo poco o nada que nos quedaba.
Pasaban las horas y mi esposa constantemente llamaba para saber el reporte, un señor estaba haciendo tinto y me ofreció, con el frio que hacia y el cansancio de un día largo le agradecí y lo tomé. El cansancio se empezó a apoderar de los vecinos y poco a poco entraban a sus casas, yo sin embargo, seguía firme en mi misión, pasaban helicópteros y algunas veces patrullas, cada tanto se escuchaba -ahí vienen, ahí vienen, vienen en quirigua, están el Bolivia, están en el conjunto de frente, en el del lado, en el portal, en bachue, etc-. Una hora más tarde decidí entrar a la casa y descansar.
A la mañana siguiente lo cierto es que nunca llegaron al barrio y solo quedaba el recuerdo de la voz a voz de -ya vienen- nadie los vio, había funcionado, el estado y los medios de comunicación utilizaron esa estrategia para sembrar temor en los bogotanos y hacer ver a los policías y militares como héroes y salvadores. Poco después nos enteramos de que también ayudo en cada barrio la vecina alarmista y exagerada que sin haber visto nada gritaba -ahí vienen-.
Anónimo ha dicho que…
GABRIELLA INFINITA

Gabriela Infinita, nos muestra otra forma de conectar con una novela de forma hipermedia y la cual permite al lector conectar con los personajes. Es interesante ver que al final se puede escuchar la voz del personaje principal, haciendo más real la narrativa.
Aunque la historia no le dice asumo que Gabriela estaba embarazada, había ocurrido unas explosiones y la gente había salido del lugar del relato. La historia es fuerte pero muy bien escrita. Y nos lleva a imaginarnos situaciones, locaciones e incluso hasta el contexto del porque Gabriela estaba allí.

Historia por Bogotá


la historia que contaré es la narrativa de un evento que me sucedió en Bogotá, en el año 2010 aproximadamente, para ese entonces trabaja yo para la etb (Empresa de telecomunicaciones de Bogotá), mi labor en general era la visita de clientes corporativos de la empresa y brindar la solución de internet e infraestructura de red a esos clientes de la empresa. Un día común y corriente me dieron la agenda esta era los clientes que tenia que visitar ese día, allí apareció un cliente diferente era un monasterio, el cliente no tenía dirección, aparecía el nombre de una finca y un teléfono de contacto, me pareció curioso y me dispuse a llamar la indicación que me dieron era que la ubicación del cliente, era arriba del barrio los laches, donde terminaba la zona urbana, y que de allí debía seguir subiendo, por una carretera pavimentada y luego debía tomar un desvío, me dispuse a subirme al carro que me transportaba y tomar dicho destino, normalmente ese sector era desconocido para mí y no había recibido buenas referencias del lugar, de ahí que estaba temeroso, sin embargo al continuar mi camino hacia ese lugar estaba un poco preocupado, había recorrido una serie de barrios con una reputación no muy buena, pero cuando llegue a la parte más alta de la montaña, la vista era espectacular, se veía Bogotá y los edificios del centro se veían muy cerca, luego busque como ubicar la dirección del cliente, lo llame y me dieron otras indicaciones, al llegar era un monasterio con unas instalaciones muy particulares pero muy lindas era un lugar de retiro y oración en un lugar impensable, con algunos lujos con mucha seguridad y con una vista espectacular. la moraleja que me dejo esta travesía por los cerros del sur oriente de la ciudad es que, aunque la reputación de los barrios como los laches, el dorado, Egipto entre otros no es muy buena, definitivamente pasa en toda la ciudad hay gente muy buena y otros con dificultades, pero lo que si les puedo afirmar es que en Bogotá, hay muchos lugares con muchos encantos por descubrir.
atentamente Jose gustavo Patarroyo Castiblanco
septiembre 22 del 2021
Anónimo ha dicho que…
Jose Gustavo Patarroyo Castiblanco
GABRIELLA INFINITA

Gabriela Infinita, nos muestra otra forma de conectar con una novela de forma hipermedia y la cual permite al lector conectar con los personajes. Es interesante ver que al final se puede escuchar la voz del personaje principal, haciendo más real la narrativa.
Aunque la historia no le dice asumo que Gabriela estaba embarazada, había ocurrido unas explosiones y la gente había salido del lugar del relato. La historia es fuerte pero muy bien escrita. Y nos lleva a imaginarnos situaciones, locaciones e incluso hasta el contexto del porque Gabriela estaba allí.

Historia por Bogotá


la historia que contaré es la narrativa de un evento que me sucedió en Bogotá, en el año 2010 aproximadamente, para ese entonces trabaja yo para la etb (Empresa de telecomunicaciones de Bogotá), mi labor en general era la visita de clientes corporativos de la empresa y brindar la solución de internet e infraestructura de red a esos clientes de la empresa. Un día común y corriente me dieron la agenda esta era los clientes que tenia que visitar ese día, allí apareció un cliente diferente era un monasterio, el cliente no tenía dirección, aparecía el nombre de una finca y un teléfono de contacto, me pareció curioso y me dispuse a llamar la indicación que me dieron era que la ubicación del cliente, era arriba del barrio los laches, donde terminaba la zona urbana, y que de allí debía seguir subiendo, por una carretera pavimentada y luego debía tomar un desvío, me dispuse a subirme al carro que me transportaba y tomar dicho destino, normalmente ese sector era desconocido para mí y no había recibido buenas referencias del lugar, de ahí que estaba temeroso, sin embargo al continuar mi camino hacia ese lugar estaba un poco preocupado, había recorrido una serie de barrios con una reputación no muy buena, pero cuando llegue a la parte más alta de la montaña, la vista era espectacular, se veía Bogotá y los edificios del centro se veían muy cerca, luego busque como ubicar la dirección del cliente, lo llame y me dieron otras indicaciones, al llegar era un monasterio con unas instalaciones muy particulares pero muy lindas era un lugar de retiro y oración en un lugar impensable, con algunos lujos con mucha seguridad y con una vista espectacular. la moraleja que me dejo esta travesía por los cerros del sur oriente de la ciudad es que, aunque la reputación de los barrios como los laches, el dorado, Egipto entre otros no es muy buena, definitivamente pasa en toda la ciudad hay gente muy buena y otros con dificultades, pero lo que si les puedo afirmar es que en Bogotá, hay muchos lugares con muchos encantos por descubrir.
Francy Marroquín ha dicho que…
MCE-UD
GRUPO 2
María Alejandra Pardo Sierra
Dayana Álvarez
Jeimy Herrera
Duvan Gómez
Francy Marroquín

Una mejor educación para la hija única de mamá implicaba cambiar de colegio por uno más lejano que la casa esquinera que funcionaba como tal en el barrio. No importaba el aumento en el costo de la pensión ni el gasto en transporte, ya era momento de aprender a andar en bus por la ciudad, aprender a moverse por el mundo. Empecé a estudiar séptimo en un colegio femenino, el bus que tomaba mi mamá hacía su trabajo también me servía así que en la mañana me iba con ella y en la tarde regresaba sola. La parada quedaba justo a una cuadra así que no debía caminar mucho. Eran los tiempos de los buses a mil, en realidad a mil doscientos, pero yo pedía la rebaja a los conductores. No podían negarse a una niña de doce años, con jardinera de paño gris hasta las rodillas, sus medias perfectamente blancas y altas, zapatos blancos con azul, gafas, pelo recogido y una maleta con más peso que conocimientos.

Hacia la parada, pagaba, me sentaba y me iba distraída en la ventana durante el recorrido de media hora. A las 3:00 en punto debía estar en casa para almorzar. Me sentía a gusto tomando la responsabilidad de llegar a casa por mi cuenta, había siempre puesto y rara vez se llenaba de pasajeros. Sin embargo, por cierto, sentimiento de inferioridad económica, no me gustaba que mis compañeras supieran o por lo menos vieran que no tenía recursos para pagar la ruta escolar y mucho menos para tener un carro en la familia que me recogiera.

Una tarde, como siempre, me subí y senté. Me fui viendo la ventana. Alguien se sentó a mi lado, con el rabo del ojo me di cuenta de que leía una revista. Nada alarmante. Al rato, una serie de movimientos empezaron a llamar mi atención, ¿sería el bus? ¿los huecos de las vías de la ciudad? No. Algo se movía a mi lado y solamente yo lo podía percibir. Alguien se movía mi lado. Mire a mi izquierda: la revista tenía mujeres desnudas. Sentí enrojecer al verlas. Devolví la mirada a la ventana, pero ahora tan incómoda como si fuera a mi a quien estuvieran viendo en desnudez. Los movimientos seguían rítmicamente, rozando la unión de mi pierna y mi cadera. Sentía que me hervía el rostro, en realidad no pensaba nada, no sabía qué sucedía ni mucho menos qué hacer. El personaje a mi lado de repente se puso de pie y se fue. El vació en el asiento fue un descanso para mí, bajé un poco la tensión en mi cuerpo hasta que sentí humedad. Que mal primer encuentro con el semen. Llevaba en mi jardinera el mapa del contacto con otro cuerpo. No podía hacer nada, esperar, regresar a casa, callar, que nadie viera la mancha, limpiarla, seguir callando. Era mi culpa. No hice nada, no me percaté de nada. Aun me preguntó cómo pude ser tan imbécil de no cambiarme de asiento, de no encarar al enfermo que se hizo a mi lado, de no gritar, de no…

Ningún espacio público volvió a ser igual. Nadie en mi familia supo lo sucedido. Ahora evito cualquier hombre sentado a mi lado. Prefería regresar de pie en el bus a compartir asiento. El transporte público genera las condiciones que depravados aprovechan para satisfacerse como perros. La mancha en mi jardinera es el mapa de esta ciudad, de la Bogotá pervertida y acosadora de niñas y mujeres.
Unknown ha dicho que…
la anécdota que contaré tiene que ver con los primeros días en está ciudad, transcurría el año 2000 cuando pisé Bogotá, todo era nuevo para mí, un joven de provincia. Las personas, las calles me parecían extrañas, en una ocasión salí al centro de la ciudad y viví allí una situación compleja cuando un habitante de calle me pidió una moneda, yo amablemente iba a sacar unas monedas que llevaba en mí bolsillo cunado está persona me sacó una enorme arma corto punzante, en el instante quedé pálido del miedo, ante me indefenso pánico el sujeto se llevó todo lo que tenia, está misma situación la viví varias veces, en algunas ocasiones con peligro de muerte, hasta que como dice el dicho popular "deje de dar papaya" y dejar de dar papaya es conocer la ciudad y sus lugares casi vedados.
DANIELA RODRÍGUEZ ha dicho que…
TRANSMILENIO...
La historia que voy a contar sucedió aproximadamente hace 3 años , exactamente no recuerdo la fecha, yo trabajaba como mesera en el norte de la ciudad los fines de semana , por supuesto que a la hora de la salida lo que más anhelaba era encontrar un transmilenio vacío para descansar del trajín del día. Caminé hasta la estación de Alcalá , decidí esperar el anhelado bus vacío de la hora pico y poder reposar un poco , ya que el camino desde mi trabajo a casa era bastante largo. Soy melómana por naturaleza así que mientras el bus se aproximaba me dispuse a sacar mi celular , colocarme los audífonos y olvidarme por un rato de todo. Abordé el H17 ( aún lo recuerdo porque jamás voy a olvidar ese día) , llevaba mi morral y me ubique en la última hilera del bus , en la silla del centro , recuerdo que esa ruta hacia una parada en Marly y de allí hasta Jiménez, el bus solo tenía dos personas de pie , así que podría decirse que iba vacío, mientras me perdía en las canciones ví que el bus freno hasta el semáforo de la calle 19 con caracas, en ese momento decidí mirar una de las puertas del bus y vi 6 chicos caminando hacia el bus, eran aproximadamente las 7 pm , estaba concentrada en la famosa Nudobilia pintada en la pared antes de advertir las seis presencias. Pensé ingenuamente que iban a cruzar la calle , de pronto abrieron las puertas del bus y robaron 2 celulares, tenían un cuchillo de esos " mata ganado" cuando terminaron en el vagón de adelante se aproximaron a mí , solo yo llevaba audífonos y maleta en ese espacio, así que ya sabia mi destino, uno de los jóvenes que no pasaba de los 16 años creo se me acercó me asuste mucho y saqué mi celular para entregárselo , mientras tanto rece mucho pues no quería recibir una herida. De pronto cuando yo le estaba pasando el celular me miró y se bajo del articulado. Fueron segundos eternos, y desde ese día no me subo a un articulado vacío y revivo el peligro de la calle 19, de igual forma desde ese día ratifique la existencia de los milagros.
GRUPO 1
Daniela Veloza
Yenifer Garzón
Abelardo Madarriaga